viernes, 10 de diciembre de 2010

Orígenes del Tejido

Es imposible precisar exactamente la época en que hizo su aparición el tejido de punto. 
En las tumbas del Alto Egipcio se encontraron un chal y un bonete de mallas, con una antigüedad asignada de 2.550 años, y en el Museo del Louvre de París se exhiben unos calzones, de hace aproximadamente 1.000 años antes de Jesucristo, que provienen de las primeras excavaciones que Champollion hizo en Egipto. 
Tejido encontrado en Egipto
Según Willkomm, el tejido que Penélope elaboraba esperando el regreso de Ulises, tenía que ser de punto, pues caso de estar formado por urdimbre y trama, no hubiera podido deshacer de noche lo realizado durante el día. 
En los primeros siglos de nuestra Era el tejido de punto es elaborado en Grecia y Roma. 
En el siglo XIII, en Francia, se tricotaba con suma habilidad, apareciendo algo más tarde en algunos documentos el nombre de “bonnetier” correspondiente al oficio del que elaboraba el “bonnet” o casquete de género de punto, aunque por extensión se llamó así a todo obrero dedicado a dicho tisaje. 
En España se sabe que en Olot ya se fabricaban las típicas “barretines” catalanas hacia los siglos XIV y XV, y también gorras de punto que se exportaban. 
El siglo XVI señala la aparición de las medias dentro del género de punto. Hasta entonces se habían fabricado casquetes, gorras, guantes, calzones, etc., pero nunca aquella prenda que, en realidad y hasta entonces, había estado unida a los calzones. España alcanzó un justo de renombre en esta nueva rama del tejido de punto, haciéndose célebre por la extremada habilidad de sus artesanos, quizá heredada de los árabes. Seguramente, influyó también, para la obtención de un buen producto, el que las agujas que se empleaban eran muy finas (de acero de Toledo), la fabricación de las cuales fue durante mucho tiempo un secreto para los demás países. 


Las medias de seda tenían un precio muy elevado, considerándose artículo de gran lujo, sobre todo las de España. El regalo de unos pares de medias se aceptaba como un presente principesco. 
La industria del tejido de punto se desarrolla en este siglo XVI, pasando a Inglaterra y luego a Italia, Alemania y Suiza. 
Hasta el mencionado siglo XVI el tricotaje se realizaba exclusivamente a mano, lo que no es extraño, ya que el hilo en esta clase de tejidos se enlaza consigo mismo en forma complicada y tal, que era necesario un ingenio sobresaliente para llegar a descubrir una máquina que pudiera realizar este trabajo. 
Fue un sacerdote protestante inglés, William Lee, el inventor de la máquina de tejer de punto. Nació en Woodborough, pequeño pueblo vecino de Nottingham y cursó los estudios de teología en la Universidad de Cambridge.... Pero el telar de Lee era una invención excesiva para aquel tiempo en el cual las horas de trabajo tenían poca importancia y la máquina era considerada un enemigo del obrero, Lee fue combatido y el descorazonamiento empezó a apoderarse de él.... Solamente un alto personaje, Lord Hundson, se interesó vivamente por el invento y llegó en su entusiasmo a interesar también a la reina Isabel. 
La reina visitó el taller de Lee, felicitó al inventor, pero se mostró decisivamente desilusionada al ver que la máquina de Lee no elaboraba medias de seda, las únicas que ella usaba y se fue sin prometerle ayuda alguna. 
Lord Hundson no abandonó la empresa con respecto a la reina, pero ésta finalmente contestó con una carta que es interesante reproducir por cuanto refleja el pensamiento de la época: 
“Yo amo demasiado a las pobres gentes que ganan su vida con el tricotaje, para ayudar con mi dinero una invención que las reduciría a la mendicidad. Si Mr. Lee hubiese construido una máquina para fabricar medias de seda, yo habría podido concederle una patente, pues ésta no afectaría más que a una parte muy pequeña de mis súbditos. Pero la elaboración de medias ordinarias tiene tanta importancia para mi pueblo, que el privilegio exclusivo no puede ser concedido a un particular”. 
La desesperación volvió a apoderarse de Lee, aunque para un hombre de su temple, la débil esperanza dada por la reina, era suficiente para proseguir su trabajo en busca del medio de fabricar las medias de seda demandadas. 
Lord Hundson no le abandonó, proporcionándole los medios materiales de vida y no sólo este apoyo financiero, sino que envió su hijo al taller de Lee para que hiciera el aprendizaje bajo este hombre ingenioso, hecho extraordinario si se tiene en cuenta la mentalidad de entonces. 
Al cabo de nueve años de trabajos constantes, Lee llegó a elaborar medias de seda y el primer par lo mandó a la reina Isabel, que inflexible, le negó el más pequeño privilegio, comprendiendo entonces Lee, que la promesa hecha por la reina se debía a que ella creía que nunca Lee llegaría a fabricar medias de seda. Para cúmulo de males, su protector, Lord Hundson murió y el inventor de la máquina de tejer punto, vejado, atacado por doquier, tuvo aún una ligera esperanza al morir Isabel para sucederle Jacobo I. El nuevo rey le demostró la indiferencia más absoluta. 
Poco tiempo después, los obreros del tejido de punto invadieron la casa de Lee, le destruyeron sus telares y los quemaron bajo las ventanas de su casa. 
Lee huyó a Francia, instalándose en Rouen, donde pronto se le reunió su hermano Jaime junto con ocho obreros y algunas máquinas que con grandes penalidades pudieron transportar, recibiendo del primer ministro Sully gran animador del comercio y de la industria, el apoyo necesario para fabricar nuevos telares, con los cuales, tres meses después, pudo confeccionar una docena de medias de seda para la reina María de Médicis. ¡Gran asombro e indignación entre las damas encargadas del tricotaje de las medias de la reina! Se apoderaron de unas cuantas medias y con unas tijeras les produjeron pequeños cortes con la intención de que los puntos se corrieran. Así pasó, pero descubierto el engaño, María de Médicis no quiso llevar otras medias que las fabricadas a máquina, a partir de aquella fecha. 
Lee llegó a creer que, por fin, se había terminado sus preocupaciones. Introdujo su telar en algunos medios protestantes y esperaba obtener, con el apoyo de Sully, el monopolio de la media fabricada a máquina, ya que el rey Enrique IV no lo veía con malos ojos. 

En este momento, Ravaillac asesinó al rey de Francia. Sully se vio obligado a huir y la reina no quiso saber nada de Lee, perseguido como protestante y acusado de espionaje. 
Tuvo que permanecer escondido para salvar su vida. Enfermo, abandonado y pobre, Lee reducido a la última miseria, envió a buscar a su hermano, pero Jaime no llegó a tiempo. William había muerto. Nadie supo decirle dónde fue enterrado. 
Lee representa el tipo de inventor desgraciado sobre el que se acumulan todas las desgracias y miserias y al que únicamente la muerte vence al fin. 
Hasta doscientos años después de su fallecimiento, no es recordado su nombre en Inglaterra, su propia tierra. Jaime, su hermano, que por haberle ayudado conocía a fondo el telar de Lee, logró instalarse en Londres, constituyendo con sus telares la, en realidad, primera industria de tejidos de punto. 

Bordado del Siglo XVIII
A mediados del siglo XVII, Colbert consiguió valiéndose del mercero Hindret el secreto de la máquina de Lee, respecto a la cual los ingleses habían promulgado severas leyes, para impedir su conocimiento en otros países. Hindret, como mercero, logró introducirse en una fábrica inglesa y conservando en su memoria los datos relativos a los mecanismos del telar (anteriormente había sido delineante) logró reproducir la máquina de Lee, recibiendo del rey Luis XIV la exclusiva de fabricación, hasta el punto de crear una verdadera escuela para aprendices, a los que estimulaba con valiosos premios. Se llegó en Francia a sustituir casi enteramente la producción manual por la mecánica. 
A finales ya del siglo XVII se introdujeron algunas máquinas en Alemania. 
En España, también a finales del XVII, y más concretamente en Valencia se instalaron algunos telares y a mediados del XVIII, Esteban Palouzie, introdujo varios en Olot, donde, tomando éstos como modelo, se construyeron otros, creándose una verdadera industria en aquella comarca. 
En los siglos XVIII y XIX tienen lugar, como en toda la maquinaria textil, los grandes inventos. 
Jedediah Strutt (1775) patenta una máquina para la confección de calcetines y más tarde un aparato para listar medias (1758); Decroix en 1798 concibe un telar que puede ser considerado como el origen de los telares circulares actuales, que perfeccionado luego, se pone definitivamente en construcción por Jouvé (1836), sufriendo desde entonces una serie de modificaciones a través de Berthelot, Jacquin (mallosa de platinas fijas), Fouquet y Braconnier (mallosa pequeña). Paget en 1861 perfecciona el telar de Lee y crea el telar, hoy llamado precisamente “Paget” o también “telar recto”, y Cotton perfecciona este último para llegar a la máquina de su nombre, actual para la fabricación de medias y prendas exteriores menguadas. 
De las máquinas de urdimbre de aguja de ganchillo aparecieron la “Ketten”, en el año 1775, debida al alemán Crane y en el año 1851 la “Milanesa” de Brachman. 

Todas estas máquinas utilizaban y utilizan la aguja de ganchillo. La aguja selfactina o de lengüeta no apareció hasta 1855 debida a Towswnd, dando lugar a que nacieran las máquinas tricotosas, las circulares de pequeño diámetro y la “Raschel”. 

En la Exposición Internacional de París de 1869, se dio el caso curioso de que 
presentaran al mismo tiempo una nueva máquina, la tricotosa, el americano Lamb y el franés Buxtorf, de iguales características la inventada por el primero que la concebida por el segundo. 
A Mac-Nary se debe la primera máquina circular de pequeño diámetro, siendo Fraz y Pope en 1869 los verdaderos creadores de las tricotosas circulares. 
La máquina “Rashel” de urdimbre y aguja de lengüeta, que data del siglo pasado, debe esta denominación según se cree, a que una actriz así llamada, acostumbraba a llevar chales fabricados en este.

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